Los recientes eventos (Congresos Pedagógicos), dónde se reunió a educadores de educación básica, para analizar, propuestas, desarrollo, avances y cómo se concibe el proceso educativo en educación básica, deja más interrogantes, que certezas.

En algunos de los documentos oficiales (“Temas y preguntas generadoras para el debate de la constituyente educativa”), se listan preguntas, de las cuales se desprende que se está en la “construcción del nuevo estado socialista”, y el rol de una “educación bolivariana y socialista” en ello. Por otro lado, se presenta toda una estructura organizativa  de formación acelerada de docentes, esbozada desde un conglomerado de micromisiones y programas de formación, que pretenden graduar docentes en un tiempo record (2 años o mucho menos tiempo)

No sabemos si todos los educadores (docentes, especialistas, chambitas), participantes en estos encuentros están enterados, de las implicaciones de lo señalado arriba, pero es bueno detenerse y reflexionar.

Creemos que en el seno de los docentes debe abrirse, autónomamente, un proceso de reflexión profunda de las consecuencias de cohonestar con la presencia y valoración, a estos encuentros. Pretender caracterizar a nuestro país como socialista e imponer un modelo educativo consustancial a ello, es algo muy riesgoso, y en lo cual la mayoría de los educadores no estamos de acuerdo, y rechazamos. Somos demócratas, creemos en la democracia y el modelo de educación que desarrollemos debe ser reflejo de ello. Adicionalmente, da la impresión que la formación de profesionales de la docencia se ha banalizado, y la urgencia de contar con profesionales altamente capacitados y de calidad, no ha podido ser satisfecha. En ese sentido, las alternativas empleadas, además de dejar a un lado a las instituciones universitarias responsables de esa formación, son improvisaciones que no egresan a un educador, con los conocimientos y habilidades, que debería tener un profesional para estar al frente de un aula de clases.

Más allá de la improvisación, desorganización, carácter panfletario, finalidad politiquera y el poco conocimiento de temas por coordinadores, en estos congresos, se esconde una imposición de ideas, interrogantes y criterios. El drama educativo en el país expresado en los más de 500mil estudiantes que abandonan las aulas de clases, la inexistencia de los programas de alimentación escolar, la desaparición de las aulas de docentes egresados de universidades autónomas y pedagógicos, la falta de miles de nuevos planteles, por solo nombrar algunos de los males que afectan a nuestra educación,  es el cuadro que hay que discutir, y llegar a soluciones de manera perentoria y viables. La crisis educativa no se resuelve con voluntarismo y paños calientes.

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