¿Y ahora qué?

Después de 9 años de trabajo pedagógico planificado, con orientación claramente definida, y ante la incertidumbre que pueden generar los cambios por una nueva gestión en la Gobernación de Miranda, muchos de nuestros maestros se preguntan ¿y ahora qué? Si consideramos la actual realidad, quizás es propicio contestar y formularse dos interrogantes  básicas que los conllevarán a concluir en algunas reflexiones,  ¿Con todo lo aprendido, he logrado gestar cambios positivos en mi escuela?, ¿Con lo implementado en el aula, los alumnos mejoraron su aprendizaje?, entonces y dependiendo de su respuesta, llegarán con seguridad a una reflexión que les ayudará a saber qué hacer.

La escuela es nuestra identidad, es un espacio en constante cambio, y es nuestra responsabilidad como docentes velar por el progreso y la transformación positiva de ellas. Adversar o acompañar políticas educativas solo tienen sentido cuando se reflejan o no en cambios que beneficien a todo el plantel

Sabemos que los cambios positivos en las instituciones, en los gobiernos y en las políticas públicas se alcanzan con organización, compromiso y constancia. Ahora es el momento de la constancia, de apropiarse y defender lo que favorece el aprendizaje. Es el momento de las innovaciones educativas, de adaptar, mejorar o transformar, y evolucionar, si es necesario los planes y programas que con esfuerzo y dedicación se desarrollaron en los últimos años, los cuáles, por cierto, no son otra cosa que oportunidades para hacer las cosas bien, para que se generen resultados favorables. 

Que los estudiantes sigan leyendo y escribiendo todos los días, practicar matemática, propiciar la cultura de paz, conocer los niveles de lectura, mejorar el rendimiento académico de nuestros alumnos, y compararnos con estándares internacionales con el objeto de implementar nuevas estrategias pedagógicas, son solo algunas propuestas sencillas pero fundamentales para la mejora de la escuela. 

Durante todos éstos años, nos fijamos metas y trabajamos para alcanzarlas, desestimarlas sería dejar a un lado el esfuerzo y la dedicación puesta en cada momento, sería dejar a un lado un proyecto pedagógico que se fundamentó en los niños y en las escuelas.

Como educadores y ciudadanos comprometidos con el progreso educativo, seamos protagonistas, defendamos democráticamente las escuelas, y el derecho a la educación de calidad para nuestros niños, niñas y adolescentes, ellos cuentan con nosotros. No olvidemos que el futuro de un país, se parece al presente de sus escuelas,

Sigamos adelante, haciendo lo que sabemos hacer: ¡enseñar!

Erika Alvarez Rodríguez

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