Cuándo la delincuencia desplaza la escuela.

Los hechos que ensombrecieron el panorama educativo en los municipios Brión, Buroz y Andrés Bello.

Reina Uzcátegui*


     A raíz de los acontecimientos en la Cota 905 en Caracas, acaecidos en el pasado mes de Julio, irrumpen en mi pensamiento recuerdos, que no son precisamente remembranzas, de los graves hechos delictivos (nunca antes vistos), ocurridos en varias comunidades de Barlovento en los predios de 2015 a 2017, y las estrategias que se implementaron desde la región educativa estadal, para atender las escuelas ubicadas en los Municipios Brión, Buroz y Andrés Bello  y mantenerlas activas a pesar de toda esa tragedia. Recuerdo las angustias de los directores, quienes con dolor y tristeza imploraban traslados de urgencia para su personal obrero y docente. Recuerdo el secuestro de un Director y el asesinato de un estudiante egresado de una de las Unidades Educativas, recuerdo maestros pálidos al narrar su desasosiego, por tener que aceptar la presencia de delincuentes armados en las instalaciones del recinto escolar, producto de los acuerdos para “zonas de paz” con el gobierno nacional. Una población captada por el hampa, en edad escolar, con caritas de niños que perdieron la inocencia, ataviados con armamentos de su mismo tamaño; maestros amenazados, extorsionados. Los enfrentamientos entre las bandas que impedían el acceso de los docentes y obreros, y por ende, atentaban contra el derecho a la educación, y a la vida misma de aquellos niños, niñas y adolescentes, que aún permanecían en el sistema escolar. Y cómo olvidar la huida de familias completas a otras zonas del país, provocando la disminución acelerada de la matrícula. Tantos acontecimientos que ensombrecieron el panorama de la zona, el miedo incrustado en mis huesos, pero ataviada de valor, ante la presencia de quienes esperaban una respuesta que les tranquilizara la existencia.

La respuesta que garantizó el derecho a la educación a la población escolar.

     Inmediatamente se encendieron las alarmas de emergencia con el llamado a atender pedagógicamente a esos niños, niñas y adolescentes en desventaja social. Desde la Dirección de Educación de Miranda que estuvo en gestión durante esos años, salieron los lineamientos de atención inmediata. Obviamente, se trasladó a los docentes y obreros afectados por la situación. Se asignaron nuevos docentes, o estudiantes de educación, incluso instruir bachilleres, del sector o aledaños, en aspectos pedagógicos e incorporarlos en aquellas escuelas que quedaron sin educadores titulares. Esta acción garantizó la actividad pedagógica en las escuelas inmersas en el conflicto.

     El trabajo de equipo fue fundamental, por un lado, se gestionaban los procesos administrativos para mantener activa cada escuela y por otro, se diseñaban e implementaban estrategias de intervención pedagógica para dar vida a la esencia de la escuela “proteger a los niños de la injusticia social”, porque la educación recibida en la escuela, hace la diferencia en la vida de una persona. Resuenan en mis adentros esas palabras, en los lineamientos y en el mensaje esperanzador del equipo de EducaMiranda. Se mantuvo la esencia de planes y programas, como: PILAS, ANIMATE, Semillitas y Promotores de Paz.

     El equipo pedagógico y los coordinadores de la red escolar, se mantenían en intercambio de saberes con los docentes de las instituciones afectadas, por diferentes vías: teléfono, correo electrónico, o personalmente, cuando se tenía el permiso del jefe de la banda delictiva, para que los docentes salieran de la comunidad, o para que el coordinador de red visitara la institución.  Surgió el “cuaderno que viajaba”, los libros y cuentos salían de la escuela rumbo a los hogares, con el miedo escondido entre sus hojas, pero con la esperanza a su regreso, de buenas nuevas, porque siempre estuvo en primer nivel de importancia, que los estudiantes aprendieran a leer, y leyeran para aprender. Se implementó el portafolio para dar a conocer el trabajo pedagógico y el desempeño académico de los estudiantes, ambos con sus respectivos instrumentos de evaluación. Adicionalmente, la atención, en los lugares de habitación, de los docentes, de aquellos niños que vivían cerca, y distribución de guías con actividades, con criterios e indicadores de evaluación, para utilizarlas cuando la violencia cerraba el camino hacia la escuela.

     Lo más relevante de la respuesta institucional, dada a todos estos terribles acontecimientos, fue el compromiso asumido por los docentes, la responsabilidad y el desafío para mantener vivo el quehacer educativo, mientras la delincuencia avasallaba la estructura de estas comunidades. Recuerdo vivo de aquellos MAESTROS comprometidos. Sin ellos, simplemente no se habría concretado el hecho pedagógico en tan graves circunstancias. Gracias por tanto valor.

     Acontecimientos, tristemente marcados, y que trazaron una brecha en la educación de tantos estudiantes. No obstante, y a pesar de todo, el accionar vocacional de los educadores, el no abandonar la esencia de la escuela, y la gestión profesional de quienes administren con eficiencia y den prioridad al estudiante, siempre será un marco de esperanza para la población escolar.

     Desear una realidad diferente, no puede quedarse en un sueño, hay que hacerlo posible.


*La Profesora Reina Uzcátegui, miembro del equipo de EducaMiranda, es docente de larga y reconocida trayectoria en la educación pública de la Región de Barlovento. Fue coordinadora de la Región Educativa Brión-Buroz-Andrés Bello entre los años 2013-2017.

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